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Sobre el trabajo: lo humano y lo urgente

  • Francisco González Chiaramonte
  • hace 6 minutos
  • 12 Min. de lectura

Habrá una canción

para el mal nacido hermano,

hijo del dolor.

Eso es todo y sin embargo…


Increíble: cuando más apremia reconocerlo, se debe reafirmar más que nunca el valor del simple hecho de ser humano. Parece mentira: en tiempos como estos hay que volver a poner el grito en el cielo por uno de los fundamentos últimos de la dignidad humana, que es el trabajo. El trabajo en sí mismo, no como mera actividad productiva, sino como actividad que permite ser, reconocerse entre iguales, formar parte. Actividad plenamente social. Elemento fundamental para la cohesión de lo que, de mínima, es posible llamar sociedad.

A la vez, aunque en realidad, por lo menos en gran medida, una cosa lleve a la otra, el tiempo avanza a toda marcha y las transformaciones en el mundo del trabajo resultan tan arrolladoras como profundas. De todos modos, lo cierto es que no son ninguna novedad y es cierto también que no se ha sabido gestionarlas, si es que, a duras penas, han sido acaso comprendidas. Quizás sí se logra visualizar el problema, pero, al decir de una de las figuras más importantes de nuestra historia, el papa Francisco: “no se termina de advertir cuáles son las raíces más profundas de los actuales desajustes, que tienen que ver con la orientación, los fines, el sentido y el contexto social del crecimiento tecnológico y económico”.

Si se andan buscando certezas, seguramente no estén en estas líneas. No se trata en lo más mínimo de tirar postas. Hoy ya hay de sobra. Es, sin más, expresar algunas ideas, sumar a la discusión e incluso errar, que suele ser tan humano.

Motivan lo que sea que acá se escribe la crisis del peronismo, lo que este mismo todavía tiene para ofrecer y el miedo (sí, ¿por qué no?) de lo que vaya a ser del país. También, el recuerdo de Francisco y una relectura bastante libre de la obra de Robert Castel, que tal vez encaje más de lo esperado en la Argentina actual. Sacar para afuera la procesión que viene girando por dentro. Pensar un poquito con otros. Lo que quede afuera, vendrá después.

Lo que sí se pretende es bucear en la invariabilidad y la inmanencia de algunos principios, aquellos que se encuentran en las doctrinas sociales que nos formaron y aún pueden guiarnos, sumando algunos conceptos en tanto herramientas simples pero útiles para dar cuenta de los cambios y de las dinámicas amplísimas de “lo social”.


Así están las cosas, país

En las últimas semanas vieron la luz informes y datos publicados no solo por el INDEC, sino también por diferentes centros de estudios, consultoras y demás. Todos ellos coinciden en que hay una consolidación clara de la caída del empleo registrado, el aumento de la sobre y subocupación, y también de la informalidad (o el trabajo autónomo de baja calidad). A esta tendencia cada vez más estructural, y que afecta cada vez a más compatriotas, principalmente jóvenes y mujeres, distinguiendo cada vez menos también por calificación, habrá que sumarle las transformaciones que por lo menos promete producir el avance tecnológico en los distintos rubros.

Estas transformaciones, pasadas, presentes y ya no tan futuras, particularmente en Argentina, hace varias fechas que vienen pegando abajo.  Ahora bien, floja atención se les ha prestado, sobre todo en términos de intentar abordarlas, resolverlas y encauzarlas en un proyecto de país. De hecho, ¿hace cuánto no sentimos hablar de semejante, a esta altura, rareza?


Las rupturas

Durante este 2025 se cumplen ya treinta años de la publicación de la obra cumbre del sociólogo francés Robert Castel, La metamorfosis de la cuestión social: una crónica del salariado. Desde su aparición, se convirtió rápidamente en, quizás, el mejor y más completo análisis histórico de la evolución de las formas del trabajo y su relación con la sociedad en tanto organizadoras y estructuradoras, desde el pasado pre-industrial al presente marcado por la disgregación del Estado social y su pretendida omnipotencia. Hoy día, también se ve que resultaron por demás acertadas las predicciones sobre el futuro hechas antes de fallecer en 2013.

Si al comienzo del libro el autor define a la “cuestión social” como “una aporía fundamental en la cual una sociedad experimenta el enigma de su cohesión y trata de conjurar el riesgo de su fractura”, la metamorfosis a la que hace alusión no es más que la aceleración de los procesos de descolectivización y fragmentación. La mención a esta obra no es casual, ya que lo que aparece con fuerza y se vislumbra de fondo mirando el derrotero del país en las últimas décadas es la pregunta por el riesgo de la anomia, por la posibilidad de la integración social a futuro. A riesgo de sonar exagerado, no es ninguna locura afirmar que lo puesto en juego es la capacidad de “seguir siendo una sociedad de sujetos interdependientes”. Yendo más allá: la capacidad de seguir siendo una nación. Por eso es fundamental prestar especial atención a estos fenómenos.

Entonces bien, aprovechando este aniversario y rescatando semejante obra que nunca tuvo la atención merecida, surge la idea de por qué no incorporar esta clave para pensar desde otra lógica tan tremendo problema. Después de tantos años en los que esto solo crece y crece, no estaría mal cambiar -en parte- el foco.

La sociedad salarial que describe Castel, cristalizada a lo largo del siglo XX, luego de la crisis del 30’ y la segunda posguerra, con el trabajo como gran ordenador social, viene desmoronándose en los últimos cincuenta años. Ese mundo en el que el trabajo era no solo generador de identidad colectiva, sino también de protecciones e integración social mediante un esquema estatutario, instituciones específicas, organizaciones sindicales y demás formas de asociación es el que queda cada vez más difuminado.

A partir de la década del 70’, la financiarización de la economía y otros fenómenos se concatenan con el debilitamiento de los -quedémonos con el término ya popularizado- Estados de Bienestar. La expansión de la precarización laboral y la desocupación llevan consigo un aumento del riesgo y la inseguridad social, que sufren quiebres y rupturas en sus trayectorias por la expansión de la incertidumbre. Estas modificaciones en el mundo del trabajo, traducidas en procesos de descolectivización y de desafiliación de los trabajadores de sus círculos de protección social, lo que generan es reindividualización y pérdida de referencia de sí mismos en tanto tales. Al mismo tiempo, se encuentran desprotegidos frente a los cambios por venir.

Toda esta historia es más que conocida y ha sido más que transitada en este país. No pareciera ser necesario ahondar acá en las consecuencias aún no saldadas de la última dictadura, la debacle económica de los ‘80 y las enormes reformas de toda índole de la década del ‘90. De todos modos, en cada uno de estos períodos se encuentran algunas de las raíces y razones del profundo quiebre social actual. Más aún, a lo largo de estas últimas décadas se fueron rompiendo varias cosas de esas que parecían eternas, justamente por su carácter ordenador de la sociedad en general y, sobre todo, por ser el pilar del ideario de esta sobre sí misma.

Si bien se puede discutir largo y tendido, a lo largo de la historia nacional, es sabido que es imposible hablar de un Estado Social relativamente consolidado por fuera del peronismo, más allá de algún intento más o menos valedero. Aún con sus conocidísimos vaivenes, contradicciones, etapas y conflictos, el varias veces intentado arquetipo de gran Argentina industrial, de pleno empleo, instituciones robustas y un arbitrio estatal potente sí existió. Y aunque haya que trabajar para recuperarlo, se rompió. A su vez, con la disgregación de este modelo político, económico y social, sobreviene la segunda ruptura, no menos trágica: la del imponente imaginario que esto conllevaba y sobre el cual al día de hoy siguen montadas muchas de las grandes ilusiones desde las cuales se sigue pensando y tratando de interpretar la sociedad. Sobre todo, cuando se intenta pensarla de forma abstracta y, se puede arriesgar que, por deformación profesional-intelectual, casi siempre desde fuera, como si quien analiza no perteneciera del todo a ella. Más allá de los caminos elegidos en las urnas, queda bastante claro que la sociedad sí logra, cotidianamente, entenderse a sí misma y así lo ha expresado electoralmente, tanto expresamente como con el frío silencio del creciente ausentismo.

Entonces, por un lado, existe una sociedad en vías de fragmentación, en la que casi la mitad se encuentra sumida en una ola de desocupación, precariedad y, en los mejores casos, pluriempleo, en medio de fuertes transformaciones que flexibilizan y precarizan no solo el trabajo sino la vida en general de personas y familias.  Más aún, retomando a Castel, para quienes no cuentan con los beneficios de la formalidad, para quienes quedan desprotegidos y sumidos en la incertidumbre, ante la falta de soportes, “las protecciones son colectivas o no son”. Al entender que “la descolectivización en sí misma es una situación colectiva”, se ve que la disgregación de sus inserciones sociales sólo los deja frente a sí mismos, con un lazo social (re)construido a pulmón, de índole local, pero siempre informal e insuficiente, ya sin los soportes colectivos -relativamente- garantizados por lo que les daba cierta semejanza e identidad común.

Por otro lado, al estar tan trastocada la realidad, no puede no modificarse el imaginario. Esto impide visualizar alternativas. Más todavía: impide pensar soluciones distintas y sumerge en un posibilismo que pone un límite ya probado en su capacidad de respuesta. Si no es este, ¿cuándo será el momento de darle una vuelta de tuerca a las ideas y aventurar otro tipo de salidas? Otra vieja idea que vuelve a flote y podría ser útil: inventar o seguir errando, esa es la cuestión.


¡Qué atropello a la razón!

Obviamente, no se trata de quedarse señalando cada una de las sucesivas crisis económicas, sino que también hay que hacer entrar en la ecuación la falta de rumbo y proyecto generales, reflejados en la casi nula planificación e implementación de políticas laborales de relevancia, y una dirigencia incapaz (o negada, o completamente desinteresada) de resolver problemas por fuera de la lógica electoral, cuando no transaccional. Inclusive, agravando este punto, cuando en estos tiempos tanto se habla de la ¿tan necesaria? reforma laboral en ciernes, es casi imposible encontrar un argumento que tenga en cuenta al laburante y sus formas de representación (porque de habilitar su participación en el debate ni hablar). De hecho, lo que se ve con cada vez mayor frecuencia es una larga lista de “propios” con intereses cruzados, cuya lealtad encuentra terminales de ambos lados del mostrador.

Frente a este panorama que debería resultar bastante angustiante, queda a la vista que hoy en día ya casi nadie está dispuesto o siquiera interesado en “correr y dar sin esperar”. De esto mismo, al mismo tiempo, también se desprende la pregunta: ¿Dónde quedaron los pesares y los efímeros posteos por la muerte del papa Francisco? Al parecer el viento llevó a volar bien lejos todas esas dedicatorias virtuales tan compungidas. A los días nomás, todo el lugar que ocupaban, que al parecer es bastante grande, volvió a ser llenado por el infame cronograma electoral con su danza de caras ya conocidas y dirigentes sin dirigidos que, a plena luz del día, batallan duramente entre ellos por el reparto de oficinas, cargos, contratos y mucho más. Listas y mesas de negociación con sellos de goma de las cuales no parece caer ni una fracción de idea que involucre al gran pueblo argentino que cada día anda peor de salud.

Hace tiempo que estamos expuestos a un “desplazamiento de la razón moral” que funciona como “espejo de las ideas dominantes”. La política misma se deshace de su potencial como herramienta transformadora para entrar en “una degradación: ir ‘nivelando hacia abajo’ por medio de un consenso superficial y negociador”.  Esta unidad por arriba, esta oferta de representación y enamoramiento, cual propuestas de catálogo comercial, que nunca mira hacia abajo es la muestra más clara del “individualismo indiferente y despiadado” en el que han caído quienes “conducen”. ¿Cuál es el trasfondo de lo que buscan vender, a riesgo de ser traidor si se duda de comprar? Este brochure testimonial desdoblado al que habrá que enfrentarse en algunos domingos “¿no es también resultado de la pereza para buscar los valores más altos, que van más allá de las necesidades circunstanciales?”

Como síntoma de época -tal como en todas las épocas de grandes transformaciones, aunque también en la vida cotidiana en general- el cachetazo de ciertos movimientos genera temblores hasta en los cimientos del pensamiento, de las creencias, de los propios sistemas de valores y hasta de la más profunda de las cosmovisiones.

Así viene ocurriendo dentro del justicialismo, cuando últimamente pican cada vez más cerca las celebraciones y el acompañamiento de un “ordenamiento de la macro”, un superávit dibujado o un brutal ajuste que “no podía esperar”. Siempre llega apurado y parece tener prioridad de paso. No como los millones de trabajadores que están cada vez más solos y siempre esperan. Y esto no solo se escucha en las altas esferas de la rosca o de parte de los jetones conocidísimos que deben agregarle de a cinco adjetivos a su peronismo. Preocupa mucho más que venga resonando por abajo, en los compañeros, todos ellos trabajadores. Siendo todos parte de los que venimos perdiendo.

En términos formales, si se quisiera tomar un viejo texto eclesiástico, podría decirse que, frente a los cimbronazos epocales, muchos. “corren el peligro de incurrir en la negligencia de olvidarse de sí mismos”. Para mayor franqueza -y sinceridad- y ponerlo en los términos que corresponde, esto puede traducirse como el miedo enorme de perderse la apuesta a ganador. Pasaron una fija y muchos se desviven si no la agarran, aunque sea por las dudas. El fantasma del racionalismo económico extremo recorre Argentina -otra vez- y nadie quiere quedar afuera. ¿FOMO es que se dice ahora? Mientras se miran las nuevas olas, seguramente no sea tan malo y hasta sirva bastante ser parte del mar.

No es este el lugar para la discusión de teoría económica ni se pretende negar la importancia que seguramente tengan algunas de estas nociones de la disciplina para un proyecto futuro. Menos todavía se pretende entrar en eso cuando no se ha dado lugar al principio del debate: por qué pagan siempre los que pagan y por qué no pierden nunca los que ganan.

Tal vez de la sensación de que no dan los tiempos, de que hay que hacer con lo que hay, de que no entra una derrota más. Pero, retomando a Francisco, nunca fue tan necesario poner el pensamiento y las acciones “bajo el ‘dominio político’ del corazón”.  Evitar que se devalúe. Por más que la época tire, que se muestre como un camino claro, corto y fácil, jamás caer en poner una planilla por sobre lo humano, enumerar padecimientos ajenos.

Escaparle a la cultura del descarte: sin la persona en el centro, sin la construcción de comunidad como fin último, no hay política que valga. Si no se parte de este punto, cualquier intento de abordaje será mal parido, mal llevado y todo seguirá en caída y sin red.


¿Cosa facciamo?

Por supuesto que podría decirse mucho más y que lo primordial son y serán los hechos, las políticas, las acciones. La transformación de la realidad. Pero hay que tener presente que difícilmente pueda transformarse -en el sentido buscado- una realidad que no se comprende del todo. Una realidad que, aunque toque timbre, chifle o haga palmas, no logra llamar la atención desde hace décadas. Pareciera haber sido siempre emparchada al tuntún. Que aún si había logrado avanzar algunos casilleros a principios de este siglo, viene retrocediendo el doble y a pasos agigantados.

Sobre todo, es una realidad inmensamente compleja. Y dolorosa. Y así debe ser: doler como un ultimátum, para finalmente prestarle la atención necesaria, para parar la pelota de los calendarios políticos y poner el eje en lo urgente. Salir del ciclo de pensamiento de vidas mediana o enteramente resueltas para finalmente atender el sufrimiento argentino.

Pero, para que esto no lleve a la resignación ni a soltar la mano de la situación en la que se encuentran tantos, es que estas pocas líneas se ofrecen a modo de aporte al abordaje de estos problemas. Parte de la mencionada complejidad es la condición cambiante, dinámica, veloz de este asunto. Las transformaciones van considerablemente más rápido que nuestra cabeza moldeada por la modernidad.

En este sentido, ante la incertidumbre de los cambios habidos y venideros, no se trata de pensar las formas de trabajo de la misma manera. Pero sí, aunque todo cambie, el trabajo y sus formas deben pensarse siempre y en todo lugar desde su dimensión humana, relacional, de actividad en sí misma productora de sociedad, para que, junto con otros actores clave en la vida cotidiana argentina, sea posible reconstruir el lazo social con espíritu de comunidad.

Entonces, antes seguir pensando para adelante como se viene haciendo, quizás sea mejor retroceder unos pasos y volver a pensar desde lo que siempre estuvo ahí. Además de intentar sumar algunas -no tan nuevas- teorías como la de Castel, quizás convenga volver a la propia identidad.

De todo lo dicho, vale aclarar que “no es teología, no es filosofía, sino realidad humana”. Simplemente la intuición de que, sólo retornando a lo familiar, a lo conocido, a lo que nos constituyó y lo sigue haciendo, a las doctrinas -las nuestras, las profundamente humanistas, las que dan pie a la justicia social-, dejando de pensar al revés, será posible transformar la realidad, engrandecer nuestro país y, de una vez y para siempre, que no quede un solo argentino sin paz, sin pan y sin trabajo.


REFERENCIAS

Castel, R. (1997). La metamorfosis de la cuestión social: una crónica del salariado. Ed. Paidós, Buenos Aires.

Castel, R. (2015). Las trampas de la exclusión: trabajo y utilidad social. Ed. Topía, Buenos Aires.

Castel, R. (2015). La inseguridad social: ¿qué es estar protegido?. Ed. Manantial, Buenos Aires.

Francisco (2014). Conducir al hombre nuevamente al centro. Fragmento de discurso. Vaticano, 12 de julio.

Francisco (2014). Un pacto para el trabajo: encuentro con el mundo laboral y de la industria. Fragmento de discurso. Universidad de Molise, 5 de julio.

Francisco. (2015). Laudato si'.

Francisco. (2019). Mensaje del Santo Padre Francisco para el lanzamiento del Pacto Educativo Global

Francisco. (2020). Fratelli tutti.

Francisco. (2019). Mensaje del Santo Padre Francisco para el lanzamiento del Pacto Educativo Global

Francisco. (2024). Dilexit nos.

Juan XXIII. (1961). Mater et magistra.

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