Democracia en Pausa: Participación ciudadana, fake news y la banalización de la política en la era digital
- D. E. Romani
- hace 1 minuto
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La baja participación electoral registrada en las recientes elecciones legislativas provinciales en Argentina (en distritos como Salta, Chaco, San Luis y la Ciudad de Buenos Aires) plantea interrogantes profundos sobre la salud de nuestra democracia. ¿Qué pasa cuando la ciudadanía deja de comprometerse? ¿Quién llena ese vacío?. La respuesta parece evidente: lo hacen sectores que manejan las reglas del juego actual y lo hacen con cinismo, tecnología y sin escrúpulos. La falta de compromiso y participación ciudadana permite formas sucias y vacías de hacer política, síntoma de un sistema republicano en retroceso. Este fenómeno, exprimido con eficacia por las nuevas derechas, es parte de un reordenamiento global donde la subjetividad individualista, la virtualización del lazo social y la manipulación informativa ganan terreno.
La caída de la participación como síntoma
En 2025, la participación electoral en varias provincias fue alarmantemente baja. Salta apenas superó el 60%, San Luis registró el porcentaje más bajo en décadas, y en la Ciudad de Buenos Aires la apatía ciudadana se expresó en una abstención masiva del 45% en comicios clave para el equilibrio institucional. Este desinterés no es nuevo, pero se profundiza año tras año.
Como señala Pierre Rosanvallon en La contrademocracia, la ciudadanía ha pasado de una lógica participativa a una lógica de vigilancia escéptica, donde la desconfianza sustituye al compromiso. En esta línea, Emir Sader, en La nueva topografía del poder en América Latina, plantea que asistimos al desgaste de los sistemas democráticos, al agotamiento de los límites de la representación y a la pérdida de la ciudadanía como sujeto político, desplazada por la lógica de mercado.
Este repliegue no es solamente de carácter cuantitativo, sino también cualitativo: la idea misma de lo político se ha vaciado de sentido para vastos sectores. Se vota sin convicción o simplemente no se vota. Mientras tanto, las redes se inundan de humor político, desinformación y cinismo. Bernard Manin, en Los principios del gobierno representativo, analiza el pasaje de la democracia de partidos a la “democracia del público”, en la que se diluye el compromiso activo y predomina una personalización de la política que trivializa los contenidos ideológicos.
Gamificación y fake news: la política como entretenimiento
Las campañas políticas actuales, especialmente las impulsadas por sectores libertarios y de ultraderecha, recurren a memes, trolls, inteligencia artificial generativa y estrategias de gamificación que convierten el debate público en un espectáculo banal. Lo que debería ser deliberación cívica se transforma en entretenimiento. El compromiso ideológico es desplazado por la performance, el clickbait y el odio direccionado.
Paolo Gerbaudo, en The Digital Party, analiza este fenómeno como el tránsito hacia una democracia digital de baja intensidad, en la que la mediación partidaria tradicional se desintegra y es reemplazada por influencers, bots y dinámicas virales. En ese contexto, el uso de deepfakes (como el reciente video falso de Mauricio Macri supuestamente bajando a su candidato en CABA) no sólo desinforma: deslegitima la política como práctica sería.
Este es el modus operandi de las nuevas derechas: una narrativa que tiende a mezclar, ensuciar y confundir la escena política. En ese entrevero de verdades y mentiras sacan ventaja ante un electorado aturdido por el bombardeo mediático. En La razón populista, Ernesto Laclau explora cómo se construyen identidades políticas desde el discurso. Esto resulta clave para entender cómo las nuevas derechas fabrican enemigos y movilizan pasiones en una ciudadanía despolitizada, sin ideología definida pero altamente vulnerable a interpelaciones emocionales.
Ciudadanía descomprometida, instituciones debilitadas
La desafección ciudadana no solo favorece la banalización de la política: también debilita gravemente al sistema republicano. En contextos donde la participación es baja y la confianza institucional escasa, las instituciones pierden peso real frente a la lógica algorítmica y la emocionalidad digital. Maristella Svampa, en sus trabajos sobre pospolítica en América Latina, advierte sobre el corrimiento de la política hacia formas espectaculares, vacías de contenido colectivo y atravesadas por la lógica de mercado.
Robert Putnam, en Bowling Alone, ya alertaba sobre el colapso del capital social como un factor central en la pérdida de compromiso cívico. Menos redes comunitarias, menos participación, más aislamiento. La subjetividad neoliberal, centrada en el rendimiento individual, el consumo simbólico y la fragmentación, desactiva al ciudadano como sujeto político.
Si hace 100 años la ciudadanía implicaba organización, presencia física en sindicatos, comités barriales o partidos políticos, hoy se reduce a una reacción en redes donde no predomina la indiferencia. Como sostiene Byung-Chul Han en La expulsión de lo distinto, el sujeto hiperindividualista contemporáneo ya no desea lo común: solo busca reafirmarse a sí mismo, excluyendo toda alteridad.
Democracia participativa o democracia digital: un falso dilema
¿Es posible revertir esta tendencia? ¿Podemos salir del espectáculo vacío y la apatía? La respuesta no radica únicamente en contraponer “lo digital” a “lo físico”. El desafío consiste en recomponer la densidad política del lazo social.
Chantal Mouffe propone en su teoría de la democracia agonista resignificar el conflicto político como condición vital de la democracia. En esta clave, es fundamental recuperar formas de militancia, organización y debate que reubiquen a la ciudadanía en el centro de la vida democrática. La gamificación, en sí misma, no es negativa; pero cuando reemplaza al debate informado y al compromiso colectivo, se vuelve un instrumento de vaciamiento.
Conclusión
La política argentina atraviesa un momento crítico. En este contexto, la desafección ciudadana no es solo un dato: es el caldo de cultivo ideal para el avance de fuerzas autoritarias, la manipulación y el deterioro institucional. A medida que la ciudadanía se repliega, otros actores (menos democráticos, más ruidosos, más eficaces en lo digital) toman el control del juego.
Como sostiene Enrique Dussel, el pensamiento político eurocentrista transformó a la política en una mera gestión tecnocrática o en un espectáculo mediático, lejos de su sentido originario como servicio al pueblo. Boaventura de Sousa Santos también insiste en que la democracia liberal ha sido cooptada por intereses económicos y lógicas excluyentes. Para ambos, la democracia exige participación real, compromiso ético y una voluntad colectiva de transformación. Sin ese impulso ciudadano, la república queda vacía: se convierte en una democracia sin pueblo, en una república de cartón.
BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA
Dussel, Enrique (2007). 20 tesis de política. Siglo XXI.
Gerbaudo, Paolo (2019). The Digital Party: Political Organisation and Online Democracy. Pluto Press.
Han, Byung-Chul (2016). La expulsión de lo distinto. Herder.
Laclau, Ernesto (2005). La razón populista. Fondo de Cultura Económica.
Manin, Bernard (1997). Los principios del gobierno representativo. Alianza Editorial.
Mouffe, Chantal (2000). El retorno de lo político. Paidós.
Putnam, Robert (2000). Bowling Alone: The Collapse and Revival of American Community. Simon & Schuster.
Rosanvallon, Pierre (2007). La contrademocracia. La política en la era de la desconfianza. Manantial.
Sader, Emir (2008). La nueva topografía del poder en América Latina. CLACSO.
Svampa, Maristella (2016). Debates latinoamericanos. Indianismo, desarrollo, dependencia y populismo. Edhasa.
Sousa Santos, Boaventura de (2006). La democracia al borde del caos. CLACSO.
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