El Congreso en la llave para la gobernabilidad
- Violeta Stumberger
- 14 oct
- 4 Min. de lectura
El próximo domingo 26 de octubre se llevarán a cabo las elecciones legislativas nacionales. Los argentinos tendrán que elegir 127 diputados y 24 senadores que deberán asumir su cargo en diciembre de este año, momento a partir del cual configurarán una nueva arena para el desenvolvimiento del juego político de nuestro país.
Estas elecciones constituyen un momento clave para la política nacional, la nueva composición de del órgano central del Poder Legislativo nacional será decisiva para la gobernabilidad del gobierno de Milei durante la segunda mitad de su mandato. La potencial nueva composición legislativa se presenta como una nueva oportunidad para acompañar, o poner freno a las reformas estructurales de segunda generación que el gobierno libertario proyecta para esta nueva etapa.
La conformación actual del Congreso, de mayoría opositora en ambas cámaras, ha logrado obstaculizar algunos de los puntos clave de este proceso de reformas llevado a cabo por el gobierno de Javier Milei. Entre el constante desgaste por los enfrentamientos en el Congreso con las fuerzas opositoras y los sucesivos rechazos a los vetos del presidente que han surgido en el último tiempo es señal de que, ya a casi dos años de gobierno, aquella carta blanca que se le otorgó al inicio de su mandato tiene fecha de vencimiento, y sus capacidades de negociación con el resto de los partidos se están agotando.

Lo cierto es que la aparición de La Libertad Avanza desde el extremo derecho del espectro político, como partido con posibilidades reales de ejercicio del poder, habilitó una competencia centrífuga donde las condiciones para la deliberación democrática se vuelven adversas. En un sistema presidencial de mandatos fijos como el de nuestro país, la legitimidad democrática es dual, es decir, que el poder se comparte entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo, electos de forma directa por la ciudadanía. Cuando estos poderes no logran dialogar ni establecer consensos, y ante la imposibilidad de acortar sus mandatos, nos encontramos en un escenario donde la gobernabilidad puede verse muy obstaculizada y corremos el riesgo de llegar a una situación de parálisis gubernamental. Siguiendo esta línea, una mala elección legislativa para el gobierno de turno podría tener consecuencias significativas en la dinámica política del país, que ya viene transitando cambios desfavorables respecto a su estabilidad democrática.
Si bien el gobierno libertario persigue una nueva victoria nacional como símbolo de legitimidad tras una reciente paliza electoral del peronismo en los comicios de la Provincia de Buenos Aires, resulta aún más relevante atender a la cantidad de bancas que puede obtener respecto a las demás fuerzas políticas. Tanto su particular forma de gobernar como las transformaciones que proyecta para los próximos años requieren de una base disciplinada de apoyo en el Congreso. Milei ya lo anticipó en el discurso pronunciado tras su última derrota:
“Más allá del resultado electoral, quiero señalar a todos los argentinos que el rumbo por el cual fuimos elegidos en el año 2023 no se va a modificar, sino que se va a redoblar”
De ser así, la elección será más que decisiva para el gobierno. En estos momentos La Libertad Avanza se juega la posibilidad de sumar la cantidad de diputados y senadores suficientes para respaldar sus proyectos dentro del Congreso, e impulsar sin mayores límites las reformas que le exigen los mercados financieros y los recientes acuerdos con el FMI y los Estados Unidos, principalmente en materia laboral y tributaria.

Actualmente el oficialismo cuenta con 37 bancas en la cámara de diputados, de las cuales se arriesgan ocho de aquellos que ingresaron en 2021. El panorama en la cámara de senadores aparenta ser más favorable, ya que cuenta con 6 bancas que no se renovarán sino hasta la elección de 2027, por lo que ganará más representación incluso con un mal resultado. Considerando las bancas del PRO como principal fuerza aliada, el oficialismo parece cercano a conseguir el ansiado tercio en la cámara baja, que le permitiría avanzar con las reformas de fondo y dejar a la oposición sin la posibilidad de anular sus vetos presidenciales.
En este escenario es el peronismo quien se ve más comprometido. La principal fuerza opositora pone en juego 46 bancas de sus 98 diputados, y tiene la posibilidad de perder dos senadores. Si bien se mantendrá como la primera minoría, ciertamente quedará en una situación incómoda para alcanzar el quórum en la cámara alta, que dependerá de cómo jueguen las fuerzas provinciales y el radicalismo en cada ocasión.

La problemática central de esta elección reside en que, de ahora en más, ninguno de los principales partidos contará con mayoría absoluta en ninguna de las dos cámaras del Congreso, por lo que la negociación con terceros será crucial para la aprobación de los proyectos, en donde cada voto cuenta. La construcción de la gobernabilidad es el verdadero desafío al que se enfrenta un oficialismo al que todavía le quedan dos años de gobierno.
El abandono por la búsqueda de consensos con los sectores dialoguistas, las declaraciones hostiles, el pobre tejido de alianzas con los gobernadores y el abuso de la herramienta de los DNU por parte del Presidente parecen apuntar a una estrategia donde todos los huevos están puestos en la misma canasta: una victoria arrolladora a nivel nacional, que le garantice la gobernabilidad que se necesita para sostener el plan económico.

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