La macroeconomía libertaria
Hace pocos días hemos visto, como se aprecia en el título de este artículo, cumplirse los primeros 6 meses de gobierno de Javier Milei. A lo largo de los mismos se han presenciado marchas y contramarchas en múltiples temas, tales como prometer dolarización para luego pasar a competencia de monedas y finalmente terminar en la promesa de penalizar la emisión monetaria. También, iniciar con una devaluación que, junto con el crédito inicial de los agentes financieros, permitió achicar la brecha cambiaria al 11% y colocó al gobierno en una posición compradora de reservas todo el verano, lo cual lo dejó al borde de una unificación cambiaria. Hoy parece alejarse ese escenario, dado que la brecha entre el tipo de cambio oficial mayorista y el blue es del 57%. Sin embargo, hay 3 cosas en las que el Presidente y sus funcionarios económicos se mantienen firmes:
atraso cambiario;
tasa de interés real mensual en pesos menor que la inflación, pero superior al ritmo de devaluación mensual;
apretón fiscal.
Estos puntos han sido los principales ejes de la administración libertaria desde que comenzó la gestión. En lo que se refiere a la política cambiaria el atraso se debe a que, tras devaluar 118% en diciembre pasado, el ritmo de actualización del valor en pesos del dólar ha sido del 2% mensual a rajatabla. Así, desde el 10/12/2023 la actualización del tipo de cambio acumulado ha sido del 151% en términos nominales. ¿Qué significa esto en términos reales? Para responder esa pregunta debemos repasar la inflación acumulada durante el mismo período. Esta última, teniendo en cuenta que (en orden cronológico) los valores mensuales han sido a) 25.5%, b) 20.6%, c) 13.2%, d) 11%, e) 8.8%, f) 4.2% y g) 4.6%, ha totalizado un 125.5%. Vemos así que el resto de los precios de la economía están aumentando su valor monetario mucho más rápido que la divisa norteamericana. De esta manera, desde la devaluación inicial, los precios han ido aumentando su valor en dólares y comiéndose la competitividad que al principio le permitió al gobierno ir acumulando reservas internacionales. Ese dinámica se interrumpió durante los meses de abril, mayo y junio, en los cuales el gobierno aspiraba a seguir engrosando las arcas del Banco Central para caminar hacia la salida del cepo. Por desgracia para el Presidente, el sector agropecuario decidió que aún no es momento de liquidar su cosecha, pues el lento aumento del tipo de cambio que hemos descrito no acompañó el encarecimiento de sus insumos.
Es en el medio de este contexto que el gobierno ve crecer la brecha cambiaria, tal y como mencionamos al principio, y se esfuerza por negar una devaluación que distintos actores consideran necesaria. A ese tira y afloje se le agrega lo que se señaló en el punto 2): la tasa de interés de instrumentos en pesos se volvió menos rentable para aquellos que tuvieran la posibilidad de colocar excedentes. Sucede que, estando por debajo de la inflación y por encima del ritmo devaluatorio, la misma permitía realizar una toma de ganancias neta en dólares, pero ese margen se fue achicando con el correr de los meses y el descenso simultáneo tanto del IPC como de la propia tasa de interés. A modo de ejemplo: no es igual de atractivo una inflación del 20.6% con una tasa de interés en pesos del 9% y una devaluación del 2%, que una inflación del 4.2% con una tasa del 2.5% y una devaluación 2%. Esa pérdida de atractivo se combina con la dificultad para seguir sumando reservas que genera la incertidumbre sobre el tipo de cambio.
Como si fuera poco, a las dudas sobre la sostenibilidad de las políticas cambiaria y monetaria, se debe incorporar la merma en el resultado fiscal. La profunda recesión en la que entró la actividad durante los primeros meses del 2024 implicó una fuerte caída de la recaudación de varios tributos atados al desempeño económico. En esa lista se anotan IVA y Aportes por la Seguridad Social. A la vez, la colaboración que realizan normalmente las retenciones a las exportaciones no es la misma, puesto que (como ya fue dicho) las dudas sobre la sostenibilidad del tipo de cambio vienen ralentizando la liquidación el ritmo de liquidación de la cosecha. Dado este panorama, el gobierno ha pasado a ser dependiente del (distorsivo) Impuesto PAIS para sostener la efectividad de su ajuste del gasto público en búsqueda del superávit, el cual fue heredado y consolidado con alícuotas más altas. Es cierto, nobleza obliga, que esa ecuación puede modificarse con la reincorporación del impuesto a las ganancias a la 4ta categoría, aunque para que ese impacto sea contundente hace falta que la actividad y el empleo de calidad crezcan. Veamos cómo viene eso.
¿Y el mapa social?
La contracara de este proceso de “estabilización en fases” es que los diferentes indicadores sociales han empeorado dramáticamente. A continuación lo repasamos de forma rápida:.
En lo que refiere a actividad económica, se han acumulado 4 meses de caída. El último dato disponible es el de abril, cuando el derrumbe fue de -1.7% interanualmente y de -0.1% inter-mensualmente. Si tomamos el primer cuatrimestre del año de forma acumulada contra igual período del año anterior vemos una recesión del -4.2%, y aquí se abren dos escenarios. El primero es que aún quede algún escalón más para descender, lo cual implicaría todavía más recesión en el corto plazo. En el segundo, como plantea el Presidente, estaríamos comenzando el rebote de la actividad (sea en la forma de letra que toque) debido a la caída de la inflación y la recuperación paulatina de los ingresos reales. El asunto de fondo es que, si bien eso es deseable para el tejido social y productivo, el estancamiento de la acumulación de reservas y el aumento de la brecha podrían combinarse con un aumento tanto del consumo como de la demanda de dólares oara atesoramiento. Es decir, podríamos estar caminando hacia un nuevo salto cambiario que nos vuelva a colocar con meses de alta inflación, caída de salarios/jubilaciones/pensiones, retracción del consumo y de la demanda agregada.
La posibilidad de que este último escenario no suceda sería que el recientemente aprobado RIGI cumpla las expectativas de las autoridades economicas, alimente la inversión, haga crecer la oferta de divisas, habilite las condiciones para salir del cepo cambiario y llegue el momento de volver positiva la tasa de interés, para así comenzar la reconstrucción de la moneda nacional como reserva de valor. El único inconveniente es que cada tanto el jefe de Estado recae en la temeraria idea de poner a competir al peso argentino contra otras monedas.
Mientras vemos cual de las posibilidades es la que se materializa, los datos de empleo y distribución del ingreso han sido:
Un aumento de la desocupación inter-trimestral del 5.7% al 7.7%;
Un coeficiente de Gini que pasó del 0.446 al 0.467.
Estos crecimientos tanto del desempleo como de la desigualdad que fueron registrados en marzo pronostican una evolución negativa en materia de pobreza e indigencia por ingresos, que ya al momento del traspaso gubernamental se encontraban en el 41.7% y 11.9%, respectivamente.
A modo de síntesis, entonces, nos queda por delante saber si vamos a un escenario de convergencia entre inflación, depreciación cambiaria y tasa de interés, para así avanzar hacia la unificación cambiaria y la reactivación definitiva del país. O si, por el contrario, nos morderemos la cola dentro del cepo y seguiremos en el derrotero de empobrecimiento colectivo en el que los sectores más postergados son los que ponen el cuerpo. Tiempo de descuento.
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